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La magia del más allá

Lo místico es algo que siempre me ha interesado mucho. Todas las creencias basadas en la naturaleza, el Sol, la Luna y las estrellas me parecen fascinantes, y aunque no hay ningún estudio científico que las compruebe, representan un tipo de fantasía que me intriga en el buen sentido de la palabra. Cuando me enteré que visitaría Egipto, más allá de ver las famosas Pirámides de Guiza, mi mayor ilusión era conocer todo el lado espiritual y religioso de la cultura egipcia, sus creencias, rituales, deidades y hasta sus remedios caseros.


La aventura comenzó en el templo de Luxor, cerca del cual se encuentra la zona monumental de Karnak con sus respectivos templos (Amón y Ramsés III). También visitamos el Templo de Edfu, el de Hatshepsut y el Valle de los Reyes, donde se encuentran las tumbas de los faraones más importantes del Imperio. Terminamos el viaje en El Cairo con las Pirámides de Guiza; sin embargo, mi día favorito fue cuando fuimos al Poblado Nubio, a la orilla del Nilo, donde nos tatuamos figuras de henna y convivimos con algunos locales antes de darnos un chapuzón bastante refrescante. Cabe mencionar que ir a Egipto en los meses calurosos implica hacer dos visitas por día : una muy temprano, de 7 a 9 máximo, y otra en la tarde a partir de las 6. En el inter, las temperaturas son tan altas (43º C aproximadamente) y el calor es tan asfixiante, que la mejor opción es resguardarse bajo la sombra y el aire acondicionado, al igual que tomar mucha agua para evitar la fatiga y la deshidratación.

No obstante, en este artículo quiero hacer hincapié en el gran templo de Abu Simbel, que fue sin lugar a dudas el monumento que más me impactó de todo el viaje, y que considero uno de mis "top 5 spots" por haberme dejado boquiabierta y sin poder pronunciar ni una palabra en lo que mi mente procesaba lo que mis ojos estaban viendo.

Este majestuoso templo fue construido para glorificar a Ramsés II y en su fachada, que nace directamente de la montaña, se visualizan cuatro estatuas colosales entre las cualas se advierte una angosta puerta de entrada. El interior tiene, como todas las construcciones egipcias, una simetría y estructura perfectas. Cuenta con varios pilares que sostienen el techo y en los que están talladas diferentes figuras. Las paredes están cubiertas con jeroglíficos que relatan historias de batallas, triunfos, sacrificios y todo el proceso que conlleva la muerte y el paso a la vida en el más allá, con ayuda de los respectivos dioses. Al fondo se encuentra el santuario, en el que están las estatuas de Ramsés II junto a Ptah (Dios de la creación), Amón-Ra (Dios del Sol y de la vida) y Harmakhis (Dios de los muertos). Y esta es la parte que más me gustó : los egipcios planearon y construyeron Abu Simbel con tanta precisión, que dos veces al año durante los equinoccios, los rayos del Sol iluminan directamente a las tres primeras figuras que mencioné, dejando en obscuridad absoluta al Dios de los muertos.



Cada día que pasaba en Egipto aprendía algo nuevo y me enamoraba más. Quedaba constantemente asombrada por su precisión en la arquitectura y su sentido artístico en general, sus creencias y tradiciones religiosas, sus medicinas naturales, perfumes y aceites, y la relación tan apegada que tenían con el cielo y los astros. Sin duda alguna, la cultura egipcia fue la cuna de las civilizaciones que le siguieron, y su influencia se ve reflejada tanto en éstas como en varios elementos de nuestra vida actual. Como dije en un principio, lo místico es algo que siempre me ha llamado la atención, y si tuviera que describir a Egipto con una palabra, sería con ésta.


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