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Mi aventura más grande


Quiero empezar diciendo, antes que nada, que nunca me había genuinamente enamorado tanto de una ciudad como de Lyon, Francia. Había tenido mis "crushes", por así decirlo, con otras ciudades como París, Londres y Ámsterdam; pero firmemente creo que el amor puro hacia un lugar no lo sentí hasta que conocí Lyon. Desde sus coloridas calles llenas de tienditas y cafés donde puedes pasar tardes enteras, hasta sus estrechos puentes que cruzan al casco antiguo - Vieux Lyon - , donde se encuentran importantes construcciones como la Basílica de Notre-Dame de Fourvière y la Catedral de Saint-Jean-Baptiste, entre otras muchas cosas.

Este verano acabé viviendo 4 semanas en esta hermosa ciudad por una combinación de oportunidad y suerte, como a mí me gusta verlo, ya que mi idea principal siempre había sido irme a estudiar francés a París; ciudad que hoy en día, por más que me duela admitirlo, dejó de ser mi favorita. Don't get me wrong, París es un sueño hecho realidad, pero uno no puede vivir en una fantasía toda su vida. Lyon, por su parte, es una ciudad mucho más chica, amigable y fácil para vivir; pero esto no significa que no tenga museos, parques, hoteles, plazas llenas de restaurantes y calles muy transitadas. Además, al encontrarse entre dos ríos - el Rhône y el Saône - , cuenta con varios puentes para cruzar de un lado al otro. Del mismo modo, el transporte público es una maravilla: existen líneas de metro, camión y tranvía muy fáciles de usar con las que puedes llegar a prácticamente cualquier lugar de la ciudad, aunque ésta también puede recorrerse a pie.

Sin embargo, lo que más me gustó de Lyon sin duda alguna fue la gente que conocí, y no sólo me refiero a los estudiantes con los que hice amistades de por vida, sino a los auténticos lionenses quienes se llevaron el premio de tener la mejor disposición para ayudarme (no me distingo por ser una persona muy orientada) y crear el ambiente más acogedor en el que adaptarme y desenvolverme resultó de lo más fácil. Literalmente hacía amigos hasta en el metro, y los empleados de mi cafetería favorita "Les Cafetiers", al final ya me regalaban el café. Ah, y por si fuera poco, las salidas eran de lo más divertidas: ir al bar los lunes, a tomar en las escaleras frente al Rhône los miércoles, y a algún antro o bar los jueves y sábados se volvió la mejor de las rutinas. En resumen: en Lyon el ambiente está al tope, especialmente el juvenil.

Cuando finalmente llegó mi último día en Lyon, decidí hacer otra vez las cosas que más disfruté en los lugares de los que no me podía ir sin despedir: corrí por la orilla del Rhône hasta el Parc de la Tête d'Or que recorrí igualmente, visité Fourvière con su capilla y criptas, di un paseo por Vieux Lyon específicamente para entrar en una panadería en la que regalan trocitos de pan de praline (dulce típico, delicioso), crucé mi puente favorito con la mejor vista de la ciudad, caminé por Place des Jacobins y llegué a comer una última vez a Les Cafetiers con uno de mis mejores amigos.

Lo que viví en esas 4 semanas no se compara con ninguna otra experiencia que haya tenido en toda mi vida: los lugares que vi, la gente que conocí y lo que aprendí de mí misma al irme por primera vez completamente sola a un país donde se habla un idioma que todavía no domino... Aunque suene irónico, aprender y reforzar mi francés fue lo menos relevante de este viaje. Me llevo en el corazón a todas las personas que conocí, que espero volver a ver en no demasiado tiempo, al igual que a la ciudad que oficialmente me enamoró y a la que sin duda regresaré muy pronto.

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