El fin de semana del 18 al 20 de noviembre visité un destino nuevo para mí: León, Guanajuato. Honestamente, no les podría decir cuáles son las principales atracciones turísticas de esta ciudad en términos generales, sin embargo, durante este fin de semana específico se celebra nada más y nada menos que el Festival Internacional del Globo.
En este evento participan más de 200 globos provenientes de 23 países entre los cuales se encuentran: Estados Unidos, Canadá, Brasil, España, Italia, Reino Unido, Japón, Alemania y México. Actualmente está posicionado entre los 3 más importantes de su tipo a nivel mundial y representa el principal producto turístico de la región del Bajío. Además, este festival ofrece eventos alternos como conciertos, exhibiciones, áreas gastronómicas y actividades culturales.
Mi experiencia en el FIG empezó el sábado a partir de las 6 de la mañana, cuando mis amigas y yo nos despertamos para ver volar a los globos desde el Parque Ecológico Metropolitano de León.
Era una mañana fría y oscura, estábamos estacionadas en un barranco desde el cual se veía todo el parque, esperando con música tranquila a que el espectáculo empezara. Habíamos llegado la noche anterior después de un largo viaje en carretera, sin embargo, cuando poco a poco el sol empezó a salir y junto con él los diferentes globos, nos olvidamos inmediatamente de nuestro cansancio. Ante nuestros ojos presenciamos una escena irreal: parecía como si los globos estuvieran bailando sobre un cielo de colores degradados, que iba evolucionando rápidamente, formando un paisaje único e irrepetible.
Estuvimos observando el amanecer un rato, ya sin frío ni sueño, sino simplemente disfrutando lo que pasaba a nuestro alrededor desde el techo de la camioneta. Durante estos momentos comprendí que, más allá de ser un evento de gran importancia, el Festival Internacional del Globo es una oportunidad para reunirte con tus seres queridos y vivir una experiencia mágica. Había parejas, niños, bebés, ancianos, turistas y grupos de amigos; todos reunidos formando un ambiente familiar que transmitía una paz y una alegría indescriptibles. Hice una fotografía mental del momento, que sin duda ha sido de los más bonitos de mi vida, para que se quedara para siempre en mi memoria.